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Del uno al trescientos cuatro, del metro al Olimpo o en cualquiera de las unidades del campus. Si hay algo en este amplio mundo que es verdad es que La Salle, por más que algunos se esfuercen en aparentarlo y otros tantos en negarlo, no es ni será jamás una escuela cualquiera. Desde nuestro característico aroma a chocolate en puntos aleatorios del día hasta los cientos de playeras azul rey atiborradas en los pasillos en cada cambio de clase, en esta universidad se vive un ambiente absolutamente único e indescriptible, que ha marcado y definido a miles de estudiantes a lo largo de varias generaciones, y que hace a los lasallistas una de las comunidades más unidas.

Si estás leyendo esto, probablemente es porque tú también compartes el ADN que te define como orgulloso lasallista, y si es así, lo más seguro es que te identifiques con más de una de las siguientes situaciones:

Darse de bruces contra los torniquetes

No cabe duda que este es uno de los errores más comunes de aquellos que recién se están integrando al ritmo de la escuela (aunque no es exclusivo de ellos). Confundir derecha con izquierda e izquierda con derecha al momento de presentar tu credencial y errar en el lado del torniquete –provocando su cruel y doloroso rechazo– es una de las más traumáticas pero típicas experiencias de la que pocos (si no es que nadie) se han salvado en la universidad. Si te sucede, lo único que te redimirá de las burlas es la empatía de todos los que han caído con la misma trampa antes. 

Tener la absoluta certeza de que la hueva es La hueva

Tal vez sea su estratégica ubicación. Tal vez sea que está convenientemente cerca de Subway, Starbucks y Ananá al mismo tiempo. Tal vez sea sencillamente que es el lugar predilecto de muchos para relajarse. Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero desde que  se tomó la inconsciente y colectiva decisión de que Plaza Bicentenario (los prismas se llaman Atrévete a ser) sería rebautizada como La hueva, es extraño conocer a alguien que recuerde su nombre original, y más raro aún encontrar a quien ser rehúse a ocupar su identidad adoptada. 

Correr de un extremo a otro del campus en menos de treinta segundos

Ya sea por terminarte tu torta, por perder la noción del tiempo platicando, o porque el primer toque te agarró en el otro extremo del campus o ,peor aún, para no perderte de la primera hora por llegar tarde (otra vez) seguramente más de una vez tuviste que desafiar las leyes de la física para evitar que te dejaran fuera del salón en la primera clase después del receso largo. De una manera u otra, pocas personas te creerían si dijeras que el toque nunca te agarró en un mal lugar.

Quedarte dormido en la biblioteca como si nada más importara

No dejes que nadie te mienta, la vida escolar es dura. Y hay ocasiones en las que estudiar en La Salle es casi una tortura. Por eso, nadie se sorprendería si tú también, en una o varias ocasiones, cediste ante la tentación y la necesidad de utilizar alguno de los inconfundibles sillones azules para recuperar un poco del sueño que las noches en vela trabajando te han quitado. Después de todo, no hay nada más habitual a todas horas dentro de la biblioteca que ver estudiantes durmiendo plácidamente, reclinados sobre su chamarra o sobre su pareja, fingiendo que están en sus casas calientitos y no a punto de entregar un complicado proyecto.

Desfallecer por falta de oxígeno llegando al Olimpo

Al igual que en la antigua y solemne cultura griega, en la que los dioses habitaban en un lugar remoto e inaccesible, no existe nada más lejano e inalcanzable en la Universidad La Salle que el tercer piso del edificio de preparatoria, mejor conocido como el Olimpo. Ya sea que tomes, hayas tomado clases ahí o hayas contado con la fortuna de no haber tenido mucho que ver con él, posiblemente alguna circunstancia te haya hecho alguna vez subir hasta el temido recinto de quinto de prepa y la facultad de negocios. En esa ocasión, u ocasiones, apuesto lo que sea que completaste el último escalón pidiendo clemencia a los dioses y a punto de escupir un pulmón.

Y en los finales, San Juan Bautista de La Salle… (ayúdame para que no falle)

Nada peor que el examen final de ochenta preguntas de alvéolos de una materia en la que no pusiste atención en todo el año. Excepto que los mismos nervios hagan que te bloquees y olvides todo lo que creías que sabías (o que de plano no hayas estudiado lo suficiente). Sin importar el motivo de tu repentina interrupción neuronal, seguro que en alguna ocasión, al saberte a merced del azar, pediste la intercesión del Santo fundador de la escuela para atinarle a la respuesta correcta.

Ya que estamos hablando de finales: no exentar por una décima

En definitiva no hay nada más frustrante que tener que presentar el examen final de una materia por el simple y llano hecho de que te hizo falta una sola décima. Y sin embargo, por más conflictiva que sea esta realidad, en definitiva constituye una de las situaciones que más reflejan cual es el ADN lasallista.

Gritar de pavor por los exámenes de la guapa (aunque no te haya dado clases)

Rocío, la guapa, pertenece a ese discreto y selecto grupo de maestros que toda la escuela conoce, independientemente de quienes hayan sido sus alumnos. Sus evaluaciones son legendarias por ser un auténtico dolor de cabeza y sus exámenes famosos por casi ser imposibles de aprobar. Ser un verdadero lasallista de corazón, de manera indiscutible, incluye alucinar estos terribles exámenes, o sentirte privilegiado con la vida por no tener la mala fortuna de tener que resolverlos cada periodo.

Disfrutar una buena torta de Charlie (y de Doña pelos)

Esta recapitulación de ADN lasallista no podría estar completa sin mencionar algunas de las más famosas manifestaciones culinarias que cientos de estudiantes disfrutan diariamente en los alrededores de las instalaciones de la universidad. Los puestos de puesto de Charlie y de Doña Pelos, entre tantos otros, son tan conocidos que se han convertido ya en una parte inseparable de la escuela. Ningún miembro de la comunidad La Salle puede identificarse como tal si no ha parado, aunque sea una vez, por una celestial torta de chilaquiles de alguno de estos locales, y la ha reconocido como el verdadero patrimonio cultural del Barrio Universitario.

Llegar a Patriotismo buscando el metro

Confundir el metro con el metro no puede ser sino calificado como un verdadero pecado. Sin embargo, tampoco sería lo más inusual del mundo si en alguna ocasión hubieras confundido la referencia completamente lasallista al espacio en el que ahora se encuentran los salones de área dos, con el sistema de transporte público a unas cuadras de la escuela. Si fue así, tener que dar la enorme vuelta para caer en la cuenta de tu error seguro fue suficiente para no volver a cometer la misma equivocación.

¿Te emocionaste? ¿Reíste? ¿Te identificaste? Si al menos una de estas típicas situaciones te trajo un recuerdo, una sonrisa, o el deseo irracional de correr por una torta de chilaquiles ¡felicidades! No cabe duda que tienes el ADN lasallista en la sangre. Porta el emblema de la comunidad con alegría y orgullo.

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Comments

9

  • Casi todas aplican a campus 1 y principalmente con prepa, también hay cosas en campus 2 como el Titanic

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  • Alejandro

    Hola, buena tarde.
    Primero que nada les platico que fui la sallista, pero me entristece el hecho que mi hija no tenga seguridad por entrar al Simón Bolívar del pedregal, adicional cuando nos agendaron una cita para conocer las instalaciones, el mismo día la cambiaron y nos enteramos ya que nos dimos a la tarea de confirmar la misma. Que triste!

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  • Los más viejos no sabemos quién sea “La Guapa”, pero sí sobrevivimos a “La Tríada del Mal: Lucy, Saty, y Belzy” (las Córdoba Rendón), supimos de las legendarias clases de Don Alfonso Torres Lemus, más recientemente le cantamos a Elisa Martínez (Lógica) “Lástima que seas ajena”… corríamos a apartarle a “El Púas” una torta “Alejandra” para despacharla en el receso largo… sabemos que “Campanita” aún existe… los de Área 1 recordarán a Virgilio decir “3! Se lee ‘tres factorial’, no ‘tres aaaaahhhh!’”… y “La Hueva” era una bellísima banca para dormir, ¡pero que Adriana Lastra no te cachara diciéndole así, porque te tatuaba en los tímpanos su nombre real!… el ADN Lasallista se va enriqueciendo cada generación, sin duda…

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  • Ya fuera de toda broma, las Córdoba Rendón eran excelentes maestras: Paz excelente historiadora y muy buena coordinadora de la sección V, Leticia sabía enamorarte de la Literatura Mexicana y era capaz de elaborar hasta 56 exámenes distintos para que ningún grupo tuviera el mismo examen que otro, y Griselda apasionada de la cartografía.

    Mención aparte merecen la Madre Alma Rosa Trejo, a.k.a. “Madre Calma”, que daba Formación, Juan Lorentzen y su tan temido examen oral circa el cuarto período, don Carlos Ceseña (+) y don Fernando Gutiérrez Alles (+)… Elena Vázquez Gargallo, Beatriz Vázquez, Beatriz Montero, el inigualable Mario Antuña (¡y que viva Asturias!), José Jorge Monge Moya, Leonel Ramírez, Carmen Diana Ham, Javier Villanueva… y ya no sigo porque pecaría de omisión…

    Yo creo que ahora ningún Preparatoriano me creería si le digo que antes las señoritas de Licenciatura sabían perfectamente los horarios de receso de prepa y evitaban pasar por ahí a esa hora, so pena de arriesgarse a recibir chiflidos y piropos…

    Wow… si, ese es ADN Lasallista…

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  • Estudiar Derecho en La Universidad La Salle es lo mejor que me ha pasado en la vida. Mis amig@s, maestros . Aprendi mucho .
    Mirna C Paz.

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  • Qué buen artículo, aunque voy en 4to año y llegando a 6to periodo, por lo que no sé si sufriré con los exámenes finales.

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  • Definitivamente de la vieja guardia era “El Duende” en la esquina de Zetina y Franklin; al frente “El Castillo”, ambos con su épica venta de cerveza durante los recesos.
    A varios profesores los recuerdo con cariño, de hecho mucho de lo que he hecho en lo profesional fue inculcado por ellos. Por supuesto tuve clases Don Alfonso Torres Lemus, hasta me firmo un libro de el (Era super reservado), el Lic. Mario Antuna era un tipazo, una lastima que desde hace tiempo no comenta el Box, el prof. Lorenzen tenia su metodo, muchos docentes mas.

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  • Juan Ignacio

    Me dio gran gusto y nostalgia leer este artículo, mucha juventud y nombres que no conozco, sin embargo me sumo al grupo mencionado como la "Vieja Guardia", afirmaría que soy joven aún pero lo aquí narrado contradice un mucho esta percepción. Sin duda el gran maestro Don Alfonso Torres Lemus, fue el causante de que llegará aquí (en una búsqueda de Google), para no extenderme demasiado mencionaré con riesgo de grandes omisiones a otros maestros de la prepa ULSA entre 1987 y 1990: el Prefecto Arq. Miguel Ángel Ángulo, el Prof. Benedicto de Literatura (mejor conocido como el Kaliman…), Emma Padilla de Geografía Económica (quién me orilló a ser economista), Lupita de Inglés, Rogelio Tovar de Sociología, la hermana Purificación de Ética, etc. etc. Finalmente de la gastronomía del descanso el inolvidable "Cala" y sus tacos de canasta…

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  • Juan José Rivas

    Como olvidar el Duende, volarse segunda hora para ir a desayunar.. y El Castillo… la cafetería alemana, y sobre todo el Cala. Profesores invaluables como Don Alfonso Torres Lemus o Chucho Tamayo. Estar en sus clases eran un privilegio. Fisica con Blas en 4to de prepa, Ética con Estela, o Derecho con el Winnie y Lógica con Tavera

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