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Medio: Elle

Especialista: Dr. César Rebolledo, FAMADYC

Tema: La nueva tendencia: Feminismo

LA NUEVA TENDENCIA: FEMINISMO

Tazas con el hashtag #MeToo, shirts con la leyenda “Times Up “y cientos de perfiles de mujeres de todo el mundo que se autodenominan feministas. La lucha de género aparece como un souvenir más en el mercado, aunque no es necesariamente malo.

Octubre de 2017 será recordado como la época en la que se celebró un violento referéndum por la independencia de Cataluña, en España, la fe­cha en el que un agente inmobiliario de Es­tados Unidos abrió fuego, desde el piso 32 del hotel Mandalay Bay, en Las Vegas y el momento en que se inauguró la llamada era post-Weinstein.

Cuando la actriz Rose McGowan denunció públicamente la violación que sufrió, por par­te del productor Harvey Weinstein, la lucha feminista ganó un nuevo argumento. Para entonces, otras mujeres ya habían hablado -en su propio tiempo y a su propio modo-del abuso de los hombres sobre el género fe­menino, pero éste cobró especial relevancia. La razón era la marquesina que lo anunció.

A la acusación contra el mismo Weinstein se sumaron más de 70 voces, entre ellas, la de Angelina Jolie, Gwyneth Paltrow y la direc­tora Asia Argento. Alyssa Milano fue quien inició la campaña #MeToo en Twitter. La di­námica era sencilla, si eras mujer y habías su­frido algún tipo de agresión sexual, era el mo­mento de decirlo, al menos, en redes sociales. La reacción no se hizo esperar. El feminismo se convirtió en trending topic y Amazon tenía ya a la venta playeras y pulseras con el nuevo eslogan (hashtag) de la lucha.

“Hollywood es la industria cultural más poderosa del mundo. Eso es lo que, definiti­vamente, da un alcance mayor a este discurso feminista. La denuncia es más fuerte porque está en manos de las protagonistas de la ima­gen. Los medios culturales, como la industria de Hollywood, son grandes emisores de imágenes que moldean en la sociedad lo que es deseable, lo que no y lo que se puede esperar del mundo”, explica Lourdes Barrera, antro-póloga y fundadora de luchadoras.mx.

Así, a partir de este momento, cientos de mujeres, famosas o no, empezaron a considerar que el tipo de abuso que McGowan enfren­tó, en realidad, era algo no deseable. Pero, para muchos, la cantidad de casos que reconocieron haber pasado también por este tipo de agresión era dudosa. El feminismo se perfiló, entonces, como una tendencia y el juicio público lo tachó de moda.

De acuerdo con Lourdes, lo que sucede es que es un tema que siempre se ha mantenido bajo la alfombra. “El hecho de que algu­nas describieran su experiencia ayudó a otras tantas a identificarlo y ponerle nombre por primera vez. Parece un boom, pero es una si­tuación histórica que ha pasado en silencio mucho tiempo”.

Y es que a esta lucha es difícil encontrarle nombre y forma. “Feminismo” comparte diferentes apellidos: económico, acadé­mico, cultural, ecológico, sexual. El nombre compuesto deriva de las coordinadas en las que nace. En América Latina, por ejemplo, el alto índice de feminicidios grita por la necesidad de un femi­nismo político, mientras que en países regidos por el islam, “religioso” es su segundo nombre. Pero ¿qué sucede si la palabra que lo acompaña es mainstreatn?

Cuando un fenómeno social, sin impor­tar cuál sea, es etiquetado como algo que está a la moda, comienza a perder validez, como si por ello fuera menos interesante, dice César Rebolledo, sociólogo e investigador de La Universidad La Salle.

“Como sociedad tendemos a homogeneizar. Pensamos que estamos hablando de las mismas feministas con los mismos intereses y las mismas luchas. Juzgamos al otro de ma­nera muy relativa. A pesar de todo este de­sarrollo tecnológico, somos muy básicos an­tropológicamente hablando. Volvemos a ese lado moral que nos hace decir sí o no, bueno o malo, a poner un Hke o rechazar algo abierta­mente en un comentario. Reaccionamos a un hecho con respuestas bastante calificativas, la mayoría de burla, de menosprecio. La etique­ta de mainstreatn es una más”, señala.

La velocidad con la que cambia el foco de atención nos hace minimizar esto -o aquello-asumiendo que pronto no será tan importan­te como lo es ahora. Sin embargo, este tipo de luchas, menciona César, se reactivan cada determinado tiempo. Porque no es el caso lo que moviliza, sino el problema que está de fondo. “No es el adolescente que desaparece, sino la desaparición forzada. No es el acoso contra McGowan, sino el acoso en general”.

Lourdes y César coinciden en que el hecho de que estos temas estén en la agenda mediá­tica es algo positivo. Para ella, esto ayuda a las mujeres a pensar y a reconocer qué es lo que les ha pasado. “Nosotras no crecemos en una sociedad que nos explica qué es el acoso y qué es el abuso”. Para él, la expansión del

efecto mainstreatn alimenta, simbólicamente, al movimiento.

En México, alzar la voz implica entrar a una cadena de victimización. El primer obstáculo es la condena social y luego viene el la­berinto institucional, destaca Lourdes. “Denunciar en un contexto así es un acto valiente porque sabes que aunque, lo más probable, es que no te traiga justicia en términos reales, al menos tendrás la justicia social de reconocimiento”. ¿Está bien, entonces, que estos movimientos sean una moda? Todo se reduce a la forma en que la consumimos, concluye César. – FIN

 

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