Colaboración del Investigador lasallista Ricardo Bernal Lugo sobre el día mundial de la Asistencia Humanitaria.
18/08/2021
En su famoso libro Rostros de la injusticia la filósofa norteamericana Judith Shklar analiza la diferencia entre dos maneras de aproximarnos a los males que permanentemente se le presentan a los seres humanos: la perspectiva de la desventura, por un lado, y la de la injusticia, por el otro.
La primera, considera que las desgracias y las catástrofes a las que se enfrenta el ser humano son producto de la necesidad y, por lo mismo, son inevitables. La naturaleza, los dioses o el destino serían los causantes del mal. Shklar vincula esta concepción con la tragedia griega en cuya propia estructura narrativa el castigo de los dioses es inevitable por más que los personajes busquen evitarlo. Edipo, por ejemplo, jamás podría haber escapado de su terrible destino.
Frente a esta forma de explicar los males del mundo, la perspectiva de la injusticia, más cercana al drama que a la tragedia, entiende que buena parte de las desgracias que constantemente rodean a los seres humanos son producidas por los propios seres humanos. Pensar el mal como desventura o destino implica que nadie puede responder por él, que es algo que simplemente ocurre. Las injusticias, en cambio, tienen responsables.
Para Shklar, la responsabilidad ante los males que aquejan a la humanidad no se limita a acciones como las guerras o los atentados que son directamente atribuibles a personas o grupos; también debe considerarse la prevención y, en su caso, la reparación de los daños generados por desastres naturales razonablemente previsibles. Como humanidad, quizás no somos responsables de terremotos y huracanes. Sí los somos, en cambio, de no poseer una infraestructura adecuada o de no implementar las precauciones que pudieran haber evitado las consecuencias que, generalmente, afectan a los sectores más vulnerables.
En diciembre de 2008 la Asamblea General de Naciones Unidas decretó el 19 de agosto como Día Mundial de la Asistencia Humanitaria en conmemoración del atentado terrorista ocurrido en Bagdad en 2003, donde murieron 22 personas, entre las que se encontraba Sergio Vieira de Mello, un diplomático y activista brasileño que durante más de 30 años realizó labores humanitarias.
Desde entonces, la ONU reconoce año con año el trabajo de quienes en contextos de conflictos bélicos, desastres naturales o crisis sanitarias brindan ayuda y asistencia las personas que sufren los efectos no ya de la desventura sino de las injusticias cometidas por actores individuales, grupales o estatales, quienes por acción u omisión colocan a millones de personas en condiciones de sufrimiento inadmisibles.
El reconocimiento de la Asistencia Humanitaria no solo resulta fundamental por el heroico trabajo de miles de personas que combaten el sufrimiento, también lo es porque muestran cómo, a través de la solidaridad y el acuerdo institucional, es posible intentar reparar las injusticas producto de intereses políticos o económicos mezquinos, del odio étnico o racial, o de la negligencia estatal.
La labor de mujeres y hombres que asisten a refugiados, migrantes, personas en situación de pobreza, grupos que huyen de conflictos bélicos, damnificados en contextos de desastres naturales, enfermos, etc., es una muestra de que la humanidad, mediante el impulso de la solidaridad y el apoyo institucional organizado, puede intentar reparar los daños cometidos por los responsables de las injusticias.
Este año la ONU reconoce especialmente la labor del personal de salud y los trabajadores humanitarios que han ayudado a combatir la crisis provocada por la pandemia por COVID 19. Un reconocimiento por lo demás importante hacia aquellos que incluso han arriesgado su vida y su salud por los demás.
Por: Dr. Ricardo Bernal Lugo
Investigador de la Universidad La Salle
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