Mientras exploraba el asteroide, el Principito conoció a una criatura muy especial, quedó maravillado por la imponente figura que estaba frente a él. Era un águila gigante, su plumaje tenía un tono rojizo intenso que recordaba al horizonte durante el amanecer, sus plumas se veían suaves y sus alas eran grandes y fuertes, capaces de abrazar el cielo en un vuelo. Caminaba sobre sus dos patas igual que un humano, y vestía una sudadera azul rey con un símbolo blanco en el pecho.

 

El Principito, curioso como siempre, se acercó y le preguntó: —¿Quién eres tú?

 

El águila sonrió y respondió con una voz cálida y alegre: —¡Hola, amigo! Soy Nico, el guardián del asteroide LS-1962. ¿Y tú, pequeño viajero, quién eres?

 

—Soy el Principito, viajo por el universo en busca de amigos. ¿Qué haces aquí en LS-1962?

 

—Este es mi hogar —dijo Nico con entusiasmo—. Aquí acompaño a quienes viven en este asteroide. Cada día trae algo nuevo y sorprendente a La Salle.

 

—¿La Salle? —preguntó el Principito.

 

—Quienes vivimos en LS-1962 le llamamos La Salle. Este asteroide es un lugar de paso, un hogar para la inspiración y la creatividad, donde razas y culturas de todo el universo vienen para crear nuevos conocimientos que transformarán a su paso todos los lugares que visiten tras dejar este asteroide.

 

Intrigado, el Principito decidió quedarse un tiempo con Nico. Juntos exploraron los rincones del asteroide.

 

—Nico, ¿cómo son tus amigos y amigas? —preguntó el Principito con curiosidad.

 

—¡Las personas aquí, son maravillosas! —respondió Nico con una sonrisa—. Cada una es única y tiene algo especial que compartir. Aprendemos y nos inspiramos de cada persona, así fortalecemos nuestra comunidad.

 

Una noche, mientras observaban el cielo, el Principito le preguntó a Nico: —¿Por qué este asteroide es tan especial?

 

Nico se mantuvo en silencio por unos segundos y sin dejar de mirar el cielo respondió: —Este lugar es especial porque está en constante cambio, igual que un ser vivo. Cada amanecer y atardecer trae nuevos seres a este asteroide. Aprendemos, generamos nuevos conocimientos y hacemos comunidad, logramos apreciar la belleza en cada momento. Así es como encontramos la felicidad y enriquecemos los recuerdos que permanecerán sin importar el tiempo o la distancia.

 

Mientras lo escuchaba, el Principito se dio cuenta que desde el hogar de Nico se podían ver hermosas luces debajo de ellos, pero Nico en ese momento solo miraba la noche estrellada. Imaginaba lugares lejanos donde sabía que estarían sus amistades, esas que a pesar de la distancia permanecerían siempre unidas.

 

El Principito comprendió que la verdadera sabiduría se encuentra en la capacidad de adaptarse y apreciar cada instante, en la unión y la comunidad. Con el corazón lleno de gratitud, se despidió de Nico, valorando profundamente la amistad que habían formado, y prometiendo recordar siempre las lecciones aprendidas en LS-1962.

 

Antes de partir, Nico le entregó al Principito una hermosa pluma roja de sus alas. —Llévala contigo —dijo Nico con una sonrisa—. Que te recuerde que siempre tienes un hogar al cual volver y a las amistades que permanecerán unidas aún a través de las estrellas.

 

El Principito guardó la pluma con cariño y, con una sonrisa, se despidió de su amigo Nico. Continuó su viaje por el universo, llevando consigo las enseñanzas del águila roja y el recuerdo de las maravillosas estrellas desde LS-1962.