La prevención en la Universidad La Salle

Los factores de riesgo son variables cuya presencia en un individuo incrementa la probabilidad de desencadenar algún tipo de problemática. Entre ellos, se encuentran: consumo de drogas, falta de apego familiar, problemas de identidad, dificultad para manejar conflictos y emociones, bajo nivel de arraigo, escasa percepción de riesgo, sexualidad negativa, alimentación inadecuada, falta de identidad, creación de subgrupos, pobre capacidad cultural que permita la convivencia con otros jóvenes de diferente marco cultural, socioeconómico, racial o sexual.

En la medida en que la Universidad La Salle cuenta con un Programa Permanente de Prevención Institucional, el enfoque está centrado en el fortalecimiento de los factores de protección y la disminución de los factores de riesgo, lo que impacta directamente en los estilos de vida, el autocuidado de la salud, el manejo de las emociones frente a los eventos negativos, el adecuado manejo de la sexualidad, las prácticas de solidaridad social, la motivación para el estudio y los nuevos aprendizajes, y las representaciones sociales de fracaso, inseguridad y desintegración.

El tema del desarrollo de habilidades para la vida como eje formativo de la vida estudiantil universitaria es algo que ya se adopta en muchas universidades del mundo, no sólo como complemento sino como requisito para la formación integral del estudiante. En el caso de La Salle, esto no obedece a una moda ni a una estrategia de marketing: constituye su esencia misma. Por eso, el espíritu de comunidad es la base esencial de la educación lasallista.

De ahí que la Coordinación de Impulso y Vida Estudiantil se haya orientado cada vez más a ofrecer al alumno opciones y alternativas para incrementar su salud emocional, además de dar atención médica y dotarlo de elementos socioculturales para su bienestar físico; lo de hoy es incorporar la dimensión psicosocial e integrar la perspectiva en una visión integral que ve el desarrollo biológico, psíquico y espiritual como un todo, una formación personal y social que debe fomentarse a través del desarrollo de habilidades para la vida que redunden en estilos de vida saludables.

La universidad es indudablemente un elemento de resiliencia, un factor de inmunización frente a los diversos problemas en el desarrollo de los jóvenes. Aquí adquiere relevancia como factor de protección emocional el papel del docente, del grupo de compañeros escolares y de toda la comunidad educativa. La escuela y los adultos guías (en nuestro contexto hablamos de orientadores, titulares o acompañantes) son elementos que fomentan relaciones significativas y que, al funcionar como modelos de aprendizaje, impulsan un desarrollo sano del joven.

La tarea del CIVE, en donde hay todo un circuito preventivo al servicio del estudiante, es fundamental. El CIVE, al fomentar la capacitación y la actualización del acompañante, permite un giro en la comprensión de los problemas evolutivos del joven y una mejor percepción de los mismos. El CIVE también es un operador a favor de la resiliencia. Es un modelo de formación. Este modelo se asume como una célula promotora de cambio social. Su trabajo no puede limitarse a un accionar individual, sino que requiere la colaboración y ayuda de todos los agentes de cambio posibles. El CIVE parte de la noción de que la salud no sólo necesita de la participación comunitaria sino que es un proceso comunitario que busca el mejoramiento paulatino del nivel de salud de la comunidad mediante actividades integradas y planificadas de protección y promoción de la salud. Una de sus premisas básicas es la de que no se puede dar lo que no se tiene.

Dr. Mario Domínguez

CIVE