- Reconocemos y agradecemos a todos los docentes, creadores de nuestros Profesionales con Valor.
Maestro lasallista:
Sé que en estos días recibir una carta no es muy usual, mucho menos una de una exalumna de la que probablemente ya no se acuerde. Pero yo jamás podría olvidarme de usted, y aunque una carta sea poco convencional, no se me ocurre mejor manera de hacerle saber todo lo que sus enseñanzas siguen significando para mí.
Dentro de poco me gradúo y tras reflexionar acerca del camino que me llevó hasta donde estoy en este momento, me di cuenta de que usted es una pieza fundamental en él. Sin todo lo que me enseñó la historia de mi vida no sería la misma.
En primer lugar,
tengo que decirle que me hizo sufrir.
Seguramente eso ya lo sabe. Desde antes de que le diera clases a mi grupo, ya todos lo conocíamos por lo que el resto de nuestros compañeros decían y todos estábamos aterrados de la sola idea de tenerlo frente a nosotros.
No solamente fue el maestro que me dejó tanto trabajo
como para volverme loca,
también fue el que me hizo ganar
mi calificación con esfuerzo, sudor y lágrimas.
Eso mismo fue lo que hizo que al principio no me agradara en absoluto. Ahora que veo las cosas en retrospectiva me doy cuenta de esos detalles fueron los que hicieron que aprendiera tanto dentro de su clase. Y cuando digo aprender no me refiero solamente a la asignatura que daba en aquel entonces. Gracias a usted supe cómo ser disciplinada en mis tareas; los trabajos se entregan a tiempo; no llegar temprano a clases tiene sus consecuencias; que en esta vida no basta dar solamente el mínimo indispensable; y que una calificación no determina tus conocimientos.
En segundo lugar, quiero aprovechar
para agradecerle todo lo que hizo por mí,
tanto dentro, como fuera del aula.
En alguna ocasión usted me comentó –y no sin cierto disgusto– que era mi maestro, y no mi amigo; por ello, durante mucho tiempo no me atreví a hablar con usted de absolutamente nada que no tuviera que ver con la materia. Después comprendí el verdadero significado de sus palabras. Es cierto que usted jamás podría ser mi amigo, y por ello se convirtió en mucho más que eso; se volvió mi mentor. Se convirtió en esa persona en la que aprendí a confiar plenamente, la que tenía el consejo perfecto ante cualquier problema y circunstancia y la que, con sus clases, su ejemplo y su pasión por la enseñanza, me ayudó a volverme una mejor persona.
A pesar de todo el sufrimiento
y las horas de desvelo de por medio,
sus clases eran el mejor momento del día.
Y yo no era la única que lo creía. Bastaba con ver el interés generalizado de todos y cada uno de sus estudiantes para saber que todo el mundo adoraba verlo dar la materia. Sabía cómo hacer menos tediosos los temas complicados y como volver la clase cien veces más interesante. Eso no quitaba que sus exámenes fueran los más difíciles de todo el semestre, ni que el seis para pasar el parcial me supiera a diez.
En tercer lugar, me gustaría hacerle saber que usted
es una de las razones por las que amo
mi carrera.
La emoción con la que daba sus clases y la forma tan asombrosa con la que explicaba todos y cada uno de los temas me contagió del amor que tenía por la materia. Años más tarde me ayudó a definir mi vocación. Cómo se imaginará, lo que hizo por mí es tan grande, que un simple agradecimiento no bastaría; de no ser por usted tal vez hoy seguiría buscando aquello que de verdad me hace feliz.
Finalmente, me gustaría agradecerle por su paciencia,
su esfuerzo y su dedicación.
Sé que como estudiante no siempre le hice más sencillo su trabajo; que hay ocasiones en las que preferiría no tener que levantarse temprano todos los días para repetir el mismo tema cinco veces, a sabiendas de que siempre habrá alguien que le pida que lo vuelva a repetir; que hay veces que entra al aula con un resfriado, con dolor de cabeza o con alguna otra dolencia, y que aunque preferiría quedarse dormido en su casa todo el día, no quiere dar un tema por visto, porque sabe que una vez concluido el ciclo escolar, será un tema fundamental en otros semestres. Los sacrificios que usted ha hecho por mí son más de los que podría contar.
Quiero que sepa que esos pequeños detalles
no pasan desapercibidos.
Sé que la docencia es una de las vocaciones más exigentes que existen y fue un privilegio que mi futuro estuviera en sus manos. No estoy segura de si nuestros caminos volverán a cruzarse algún día. De verdad espero que sí. Pero como todo es absolutamente impredecible (eso también lo aprendí de usted) no me queda más que volver a darle las gracias, desearle mucha suerte en su vida y asegurarle que haber compartido el aula con usted me convirtió en una de las personas más afortunadas del universo.
Por favor nunca deje de inspirar a sus estudiantes con la increíble pasión que tiene.
Atte: Una estudiante lasallista.
Por @CarmenWeasley14
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