Suena la alarma, te levantas y ves la fecha, es increíble que ya sea el día que llevas esperan do desde que iniciaste la universidad. Te arreglas y tomas tus  maletas fijándote que no te falte nada por décima vez. La emoción te llena cada vena del cuerpo y no sabes que es lo que te espera, solamente estás seguro de que es algo grande, enorme.

La despedida en el aeropuerto es difícil, sabes que vas a echar de menos a tu familia, amigos, pero la curiosidad de todo lo que queda por descubrir es más grande, la cual sólo se va intensificando con cada hora de vuelo hasta que escuchas: “Estamos llegando al aeropuerto Madrid Bajaras, por favor no se levante de su asiento hasta que el avión frene por completo” y sientes que te da un vuelco el corazón.

Ya está hecho, bajas del avión y te encuentras a muchos kilometros de distancia de tu casa, listo para vivir seis meses llenos de emociones, de nuevas experiencias, amistades, cultura y sobre todo, de aprendizajes y crecimiento.

A pesar de que hay varias similitudes entre México y España empiezas a notar que el idioma es muy diferente de lo que pensabas y te cuesta más trabajo de lo que creías entender lo que está explicando el profesor. Comienzas a juntarte con los demás mexicanos que están de intercambio y no sabes ni en qué momento sucedió que se vuelven tu familia.

Conforme pasan las clases vas notando que es diferente a lo que estás acostumbrado, aquí los salones tienen más alumnos y el profesor habla más de lo que los alumnos participan, casi no te dejan tarea ni exámenes parciales. Al principio te cuesta trabajo entender su forma de trabajo pero a las pocas semanas te adaptas sin problema y ya eres un español más en la clase.

Cada vez te acercas más a la cultura, los fines de semana se vuelven días de viaje y poco a poco vas conociendo más y más lugares. Conforme pasan los días vas haciendo más amigos y no sólo mexicanos, también españoles, italianos, belgas, checos, polacos, chilenos, venezolanos… son tantas nacionalidades que te confundes entre todas.

Llega un momento donde extrañas a tu familia, a tus amigos, la comida, en general a tu país. Estando tan lejos y viendo como la vida sigue allá, como las cosas pasan y tú no estás cerca, es complicado pero te centras en vivir la experiencia que estás teniendo y que es algo que no va a regresar. Sabes que cuando vuelvas a México todo lo que tienes te estará esperando con los brazos abiertos.

Cada vez eres más abierto, probar cosas nuevas se vuelve la rutina de tu día. Conocer gente y aprender de ellos es lo más común de tu intercambio y sin darte cuenta ya invitaste a 150 personas a tu casa para que conozcan México. Te das cuenta de lo bonito que es hablar de tu país con las demás personas, de la cantidad de estereotipos que existen, que incluso tú tenías.

Y sin más, te das cuenta que estás comenzando a decir “mola mazo” y “me cago en la leche”, te involucras tanto en la cultura que no crees irte de ahí jamás. Te sorprendes de lo mucho que puedes sentir en tan poco tiempo, de lo mucho que viviste, aprendiste y creciste en solo unos meses, ¿cómo pude haber cambiado tanto en tan poco?.  De repente, despedirte de una persona que conociste hace seis meses se vuelve lo más difícil que has hecho en tu vida.

Vivir un intercambio académico es de las mejores experiencias que alguien puede tener en la vida, poder involucrarse tanto en otra cultura te abre los ojos y rompe con ideales. Conocer gente nueva, vivir cosas que jamás imaginaste y abrirte a toda clase de experiencias que te ayudan a crecer y mejorar como persona.

Esta es sin duda la mejor decisión que he tomado en mi vida.  

Mariana Araceli Vega Santillán

Ciencias de la Educación

6to semestre

Centro Universitario La Salle Madrid, España