Mtro. Juan Luis Hernández Avendaño. Director del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Iberoamericana, Puebla.

El número de candidatos a la Presidencia no es en sí mismo un problema si el sistema de partidos logra representar la pluralidad ideológica de un país como el nuestro. La mayoría de los países en el mundo suelen tener en promedio más de cinco candidatos a la Presidencia que en muchos casos terminan siendo dos en segundas vueltas. El caso de EU en el que siempre terminan protagonizando sólo dos candidatos la contienda presidencial es una excepción en el mundo. En el caso mexicano lo deseable es que haya por lo menos cinco candidatos que representen el arcoíris programático y los varios Méxicos que existen. El problema es que para el 2018 probablemente habrá un perfil panista encabezando al PRl, un perfil priista encabezando al PAN y un perfil perredista a Morena. Es decir, el problema no es el número de candidatos, sino la poca representación que los partidos y los candidatos guardan con respecto a las necesidades sociales y el vaciamiento de los partidos, así como la colonización que han hecho los políticos profesionales de las candidaturas independientes.»

Dr. Ricardo Uvalle Berrones, coordinador del Centro de Estudios en Administración Pública de la FCPyS de la UNAM.

Tomando en cuenta las actuales condiciones de descrédito que viven las instituciones, la poca credibilidad en los actores políticos y los grandes retos que enfrenta el país de cara a las elecciones del 2018, lo ideal sería un candidato por cada una de las fuerzas políticas de mayor representación. De esta manera tendríamos cinco candidatos, tres con partido y dos independientes. Aunque para esta elección no es posible su implementación, habría de considerarse la regulación de la segunda vuelta electoral. Ésta permitiría que el candidato que resulte ganador lo haga con por lo menos la mitad más uno del voto total del electorado. Ello aumentaría su representación política, por lo que además de legitimar su triunfo electoral, tendría mayor capital político para iniciar el cumplimiento de la agenda de política pública, y de este modo, fortalecer la gobernabilidad y la certidumbre institucional. »

Mtro. Telésforo Nava, profesor-investigador de la Universidad Autónoma de México.

Una de las características de la oligarquía política es obstaculizar el registro de nuevas expresiones políticas y candidaturas que ofrezcan alternativas frescas para enfrentar los problemas que ahogan al país, porque, desde su óptica mezquina, éstas le pueden reducir las prebendas que entre sus integrantes se reparten. Un ejemplo al respecto son los requisitos-obstáculos asestados a los posibles independientes con el fin de sabotear su presencia en las boletas. Ésa es la democracia patrimonialista que esa oligarquía defiende, cuya raíz es el menosprecio a la ciudadanía, a la que no se le reconocen capacidades para determinar quién puede ser el candidato con mejores propuestas. Hoy se requieren alternativas programáticas que la oligarquía partidaria no tiene. Mientras el país está sumido en una profunda crisis que muestra el proceso de desmoronamiento del Estado y la mayoría de la población está sumida en la miseria, los partidos recelosos cuidan sus miserias. »

Dra. Ivonne Acuña Murillo, académica del departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana.

La respuesta a esta pregunta parece sencilla, pero no lo es. En principio, limitar el número de candidatos supondría imponer un sesgo antidemocrático, y no hacerlo abona a una fragmentación mayor del voto, lo cual sólo beneficia al partido con más voto duro. No existe una fórmula matemática que resuelva este cuestionamiento, cuando el problema no es cuantitativo sino cualitativo. En este sentido, la pregunta correcta debería apuntar a la calidad de las y los candidatos más que a su número. Habría que tener en cuenta su preparación, experiencia, reputación, calidad moral, nexos políticos, resultados previos, de manera que su número debería circunscribirse a aquellas personas realmente preparadas para afrontar el reto histórico que conlleva gobernar un país como México, el cual no soporta más experimentos ni puede esperar que quien llegue a la Presidencia complete, en el cargo, su curva de aprendizaje.»

Dra. Rosa María Mirón Lince profesora investigadora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

Uno de los muchos cambios que introdujo la reforma del 2014 fue la incorporación de los candidatos independientes al juego electoral. La elección presidencial del próximo año será la primera regulada por este nuevo marco.

De botepronto, podríamos conjeturar un número mayor de candidatos a la Presidencia del que históricamente ha habido. Sin embargo, la coyuntura se está encargando de decantar la lista, dejando al elector la decisión entre más bien pocas opciones. Ello, porque tal como se van dando las cosas, por un lado, la ruta independiente es una cuesta legal tan empinada que me parece que no superarán más de dos. Y por el lado de los partidos, las coaliciones electorales, que parecen ser lo de hoy están cohesionando en torno a un personaje a varios institutos políticos, por muy contrapuestos que hayan estado en el pasado. De tal manera que, en mi opinión, no habrá más de tres candidatos a la Presidencia postulados por el conjunto de los partidos nacionales. Ignoro si ésa es la cifra que requiere el país, considero que lo que habrá para escoger »

Lie. Héctor Segovia, especialista de la Faculta de Derecho, Universidad La Salle.

Dadas las circunstancias políticas que se viven en México, con tantos candidatos que están reconocidos, esto parece un circo, se registró todo tipo de gente, sin un conocimiento serio de la realidad que se vive en nuestro país y menos aún de cómo resolver sus problemas. La ley debe regular los proyectos que cada uno de ellos presente, y obviamente lo idóneo es que sean únicamente dos candidatos, a lo mucho tres, pero muy seleccionados, y que independientemente de las ideologías que cada uno de ellos tenga, deberá resolver problemas a empresarios, clase media, obreros, campesinos, con una sola ideología que sea el pensamiento nacional aplicado a la sociedad mexicana, no es posible que tengamos 38 candidatos que únicamente sabemos que se confrontarán, desvalorizándose sin proponer proyectos viables de nación.»

Mtro. Rafael Morales, analista político y académico de la UNAM.

En una situación ideal, la competencia en los regímenes democráticos tendría que permitir el contraste y la polarización entre proyectos políticos nacionales francamente opuestos. Sin embargo, en muchos países la abundancia de candidatos pareciera indicar la situación contraria. Esto suele explicarse por el diseño de las instituciones políticas y por la existencia de ciertos sistemas electorales. En su combinación, ambos ayudan a que los partidos y los ciudadanos se coordinen para elegir a sus candidatos. Pero la decisión respecto de qué forma deben tener las instituciones y los sistemas electorales está en manos de los grupos dominantes, por lo cual el número y tipo de candidatos responde siempre aun estado muy particular de las fuerzas político-partidistas.»

Mtro. Javier Ramírez Escamilla, jefe de Investigación de la Facultad de Derecho, Universidad La Salle.

No existe dentro de los sistemas políticos contemporáneos métrica alguna sobre la cantidad idónea de candidatos a postular a la Presidencia de la República, sino que ello atiende a un traje a la medida del Estado de que se trate.

En la historia contemporánea, nuestro país ha experimentados los polos opuestos, tal es el caso de la elección presidencial de 1976, cuando José López Portillo fue el único candidato postulado (PRI, PPS y PARM) ante la negativa del PAN de postular candidato. Lo anterior contrasta con la elección de 1994 en donde contendieron nueve candidatos.

La realidad es que en un país empobrecido y con una democracia tan cara, la respuesta es muy clara, sólo se necesitan cuatro candidatos: uno que represente a la izquierda, otro al centro, otro a la derecha y el cuarto, un candidato independiente que represente a los que no creen en los partidos políticos.»