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Colaboración de la Dra. Claudia Benassini, docente lasallista y adscrita al Sistema Nacional de Investigadores (SNI).                            

Hace aproximadamente un año los medios de comunicación comenzaron a ocuparse del tema del coronavirus. Gradualmente prensa, radio y televisión han fungido sobre todo como mediadores entre lo que a partir de marzo es una pandemia que mantiene a los mexicanos en confinamiento, realizando desde casa actividades laborales, educativas y de entretenimiento, en detrimento de la socialización, la convivencia e incluso el bienestar físico.

En este contexto, resulta pertinente reflexionar sobre el papel desempeñado por la información que sobre la pandemia ha transmitido la televisión en tanto mediador entre el tema y sus audiencias. La decisión de optar por este medio y esta tendencia obedece al arraigo que históricamente ha tenido la “pantalla chica” entre sus públicos en materia tanto de credibilidad informativa como de presencia en la ecología mediática.

Como el resto de los medios, las primeras miradas de la televisión hacia el coronavirus fueron tímidas. Después de todo, no sabían a qué escenarios se enfrentaban en términos de información: qué decir y qué omitir; qué hacer con las conferencias nocturnas del Subsecretario Hugo López-Gatell sobre el avance de la pandemia; cómo manejar rumores y desmentidos, entre otros.

Pero también el paso del tiempo y el postergado “regreso a la normalidad” abrieron nuevos escenarios informativos, verdaderas ventanas de oportunidad para mediar entre las audiencias y un problema de salud pública que ha rebasado todas las expectativas. Pensemos en estrategias informativas para apoyar a la ciudadanía los distintos rubros relacionados con esta covidianeidad.

Vayamos por partes. La cobertura informativa pasó de la incertidumbre frente a lo que sucedería durante las semanas siguientes al 16 de marzo -fecha en que se hizo oficial el confinamiento- hasta el cuestionamiento a la estrategia seguida por las autoridades de la Secretaría de Salud de cara a la pandemia. Es claro que la información tiene claroscuros que los medios deben contribuir a mostrar; y ante la clara estrategia desinformativa del gobierno, se abrió una importante veta para explorar las opiniones de expertos en salud pública y en epidemiología. Podrá argumentarse que se hizo: las pantallas para abrir espacios a uno o más invitados dieron paso al número de cuadros necesario para que el televidente tuviera frente a sí a quienes tenían una opinión distinta a la estrategia adoptada.

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Pero esta opción se ha caracterizado por su ausencia de pluralidad: son los mismos expertos los que han circulado por los diversos espacios informativos -y de opinión- diciendo exactamente lo mismo. Hasta las preguntas de los conductores son las mismas en el fondo, aunque con ligeras variantes en la forma. En el fondo de los argumentos sostenidos en el cuestionamiento sobre el manejo de la pandemia subyace el “yo lo haría mejor” propiciado por el conductor. Tal parece que en estos espacios no hay interés por orientar a la audiencia. El cuestionamiento a la cuarta transformación ha dejado de lado la función informativa de la televisión, sustituyéndola por una cámara de eco en la que no caben opiniones que puedan refutar una estrategia des-informativa con la que las televisoras parecen estar de acuerdo.

 

De la misma forma, la televisión ha perdido la oportunidad de fungir como mediador en materia de orientación. La covidianeidad ha convertido el espacio doméstico en salón de clase, oficina, taller de reparaciones y asesorías, salón de belleza, primeros auxilios -y a veces más que eso—, sala de estar, arena de luchas, comedor, sitio para escuchar servicios religiosos, espacio para ver televisión y aprovechar el tiempo libre, sala de lectura y de juegos, cocina, dormitorio… más lo vivido por cada lector de este espacio, que siempre se sumará a la realidad. Desde aquí, podrá argumentarse que la televisión ha cumplido con su inefable función de entretener. Una función a todas luces muy mermada por vía del cada vez mayor número de plataformas que han mandado a la lona al otro imbatible medio de comunicación.

Y una situación similar enfrenta el medio en materia de orientación: el confinamiento obligatorio ha traído consigo un sinnúmero de dudas en materia laboral, educativa, psicológica, legal, religiosa, fiscal… y hasta de belleza, cocina, bienestar y ejercicio.

Toda una gama de contenidos que podrían abordarse en diversos espacios televisivos y que solamente se ha hecho de manera muy parcial: siempre sin perjudicar compromisos previos, o la continuidad entre programas, o el físico de los presentadores que ahora lucen cubrebocas de marca sea o no necesario. Un espacio que pudo ser aprovechado por el medio, incluso a través de los espacios de siempre, se ha tirado por la borda casi en su totalidad a favor de la continuidad de la ocurrencia y el chisme..

Un último espacio -por ahora- en donde la televisión ha estado ausente se refiere a vivir la pandemia. No basta con pararse afuera de las estaciones del Metro, o en el Centro Histórico, o en restaurantes, centros comerciales o en general espacios para la socialización. No basta pararse micrófono en mano, y preguntar por qué no usan cubrebocas o por qué andan en la calle como si nada. Es una estrategia mediocre y evasiva que busca cumplir con dar la nota sin ir al trasfondo del asunto.

La televisión ha tenido frente a sí la oportunidad histórica de desvelar los grandes míticos de la pandemia, las grandes fake news que han propiciado que la gente se mueva como siempre porque ”la pandemia no existe”. Ha sido mejor el recorrido fácil, porque no hay mucho que ofrecer en materia de talentos, ideas o propuestas.

Podrá argumentarse que televisión pública y privada no han seguido el mismo camino en materia de mediación entre audiencias y pandemia. Cierto, existen diferencias significativas. Pero a ambas las une la ausencia de una estrategia clara que realmente contribuya a paliar la confusión ciudadana con respecto al tema. Como medio de comunicación, la televisión ha perdido una oportunidad única de retomar el camino del servicio a la comunidad, con miras a recuperar su credibilidad y su presencia como medio en la sociedad mexicana.

 

Dra. Claudia Benassini

Profesora Investigadora, en la
Facultad Mexicana de Arquitectura,
Diseño y Comunicación
Universidad La Salle México

 

La Universidad La Salle México no se responsabiliza de los testimonios y opiniones vertidas a título personal en esta publicación. Los comentarios, datos y opiniones aquí externados son responsabilidad única de quiénes los emiten. (2020)

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